— No creo que sea buena idea que se la lleve a casa —. Aconsejó el psiquiatra.
— Yo opino lo contrario. Creo que estar en su hogar, rodeada de atenciones y cariño le hará bien. Tal vez así pueda recuperar su carácter benévolo y desprenderse de la locura.
— No es así como funciona —. Rebatió el profesional preocupado en extremo. — Sé que es difícil de digerir, pero Mara supone un peligro para usted, para sí misma y sobretodo para el feto que crece en su interior. Recomiendo confinarla a una institución psiquiátrica para comenzar un tratamiento que pueda, eventualmente, devolverle a esa mujer amorosa y tranquila que describe.
— No hay más que hablar. En cuanto los médicos dictaminen la llevaré a casa. No se preocupe, aún así asistiremos cada una de las citas que usted señale, no estoy en contra de la terapia.
— Está usted cometiendo un error — Sentenció el hombre.
— ¡ Hola! — vociferaba Dairon ante la puerta cerrada de la empresa en la que la vio por última vez. — ¡ Holaa! —