Ninguno de los dos habló por un largo rato. Nathan se entretuvo jugando con mi cabello castaño, tomándolo entre sus dedos y acariciándome. No intentó detener mi llanto, no se quejó ni un segundo. Sólo se quedó a mi lado y eso fue lindo.
Él era lindo.
Ahora que sabía de mi pasado entendía que esa pequeña voz susurrante era mi loba, intentando guiarme en el camino. Cuando tomó el control de mi cuerpo, fuimos una. Yo pude ver aquellos recuerdos que ella se encargó de reprimir para no dañarme. Lo sabía todo.
También explicaba como supe que el profesor nuevo era un brujo. Entre brujos la jerarquía funcionaba de forma diferente, según vi la explicación de mi madre, una hermosa mujer con cabello rizado color chocolate y los ojos más azules que había visto en mi vida.
El apellido y la sangre era lo único que importaba entre brujos. Yo no era realmente una bruja, no tenía poderes. Ahora que mi loba había aparecido, podía notar la magia a mi alrededor, sin embargo, no creía ser capaz de utiliza