Durante mi tercer semestre y el segundo de Anabel, pasamos mucho tiempo juntos. A pesar de que, de las dos materias que ella adelantó del tercer semestre, ninguna tocó conmigo. Fue triste, una decepción, pero no nos afectó.
Cada vez que teníamos un receso o un tiempo libre, yo la buscaba a ella o ella me buscaba a mí. Realmente nos acercamos mucho, como amigos. No sé muy bien como pasó, pero surgió una grandiosa amistad. ¡Ojo! Por el momento, no pasó a más de allí.
En una ocasión, a mitad del semestre, me extrañó que no estuviera en el pasillo donde siempre nos vemos. Me acerqué hasta su casillero y la vi de lejos, hablando con dos chicas, parecía algo molesta.
Ella sintió mi mirada o eso creo, porque volteó desde lejos y me miró directo a los ojos, echándome una mirada asesina.
Mucho rato después, las chicas se fueron y Anabel camino directo hacia mí.
— ¿Sabes qué?, Leo. — Pregunto al tiempo que empezó a caminar lentamente y yo la seguí sin rechistar.
— ¿Qué?.
— Me agradas. — Yo me