Los minutos se volvieron horas, hasta que por fin se abrió una de las puertas,
—Familiares de Matt Otiglias— preguntó el médico.
Una anciana; que estaba detrás de nosotros, se levantó lentamente y contesto,
— Sí, soy yo la abuela de Matt.
Los cuatro nos miramos con cara de asombro, no nos dimos cuenta ni en qué momento había llegado esa mujer que, a pesar de su edad, se veía muy fina y delicada.
— Bien señora, su nieto se encuentra fuera de peligro, aunque tiene un par de costillas rotas y un hombro dislocado; estará bien.
Al oír las palabras del doctor sentí que mi alma había vuelto a mi cuerpo, estaba contenta de saber que mejoraría, pero también me sentía muy culpable porque estaba así por defenderme.
— Puedo pasar a verlo— preguntó la dulce anciana, a lo que el médico aceptó y se fue con ella rumbo al cuarto donde se encontraba Matt.
—Bueno, yo me retiro. — agregó Jesua, haciendo un gesto con la mano y perdiéndose de vista.
—Chicos, ¿por qu