54. Pronto serás madrastra

Dayleen no durmió esa noche.

No del todo.

El Espejo del Aire, las palabras de su madre, el toque de esa espía sobre Xavier… todo se mezclaba como veneno en su pecho. Su cuerpo estaba agotado, pero su mente ardía. Y cuando por fin el sueño la atrapó, no fue para darle descanso.

Fue para atormentarla.

El sueño comenzó con susurros.

Voces femeninas, risas entrecortadas. Aromas dulces y pesados, como flores podridas. Un calor húmedo envolvió su cuerpo.

La niebla se abrió ante sus ojos.

Y ahí estaba Xavier. Desnudo. Su cuerpo gloriosamente pecaminoso estaba expuesto al ojo público, público femenino.

Tendido sobre una cama gigante que tenía una base de piedra bañada por luz de luna, rodeado por cuerpos de mujeres. Su piel brillaba de sudor. Sus ojos estaban enrojecidos por el deseo.

Esa era la habitación de las concubinas. Reconocía esa cama, era precisamente para que pudiera hacer un montón de "cosas", como las que estaba apunto de presenciar.

Una a una, las mujeres lo acariciaban
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