90. No te odio, híbrida
La noche en el mundo humano era diferente.
Más gris. Más áspera. El aire no olía a tierra pura ni a magia; olía a humo, gasolina y comida rápida. Evelyn lo notó apenas cruzaron el portal: se sintió más sola, más vulnerable… y más expuesta.
Aquel mundo no le gustaba en lo absoluto, era asfixiante todas las normales sociales que tenía que seguir y además no podía cazar, porque aunque no tenía loba necesitaba comer carne fresca.
Ahora estaban en un pequeño motel a las afueras de una ciudad de Inglaterra. Los soldados de la manada de Tierra montaban guardia afuera. En la habitación, solo estaban ella y Tauriel.
Evelyn observaba desde la ventana, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Tauriel, sentado en la pequeña mesa del rincón, desplegó varios documentos arrugados. Mapas, papeles con nombres falsos, pasaportes y fotografías antiguas.
—Tu madre cambió de identidad al menos siete veces —dijo, extendiendo un archivo—. Aquí la registraron como Amélie Riva. Después, como Jeanne Caillou