“Ashton y Rosa, por favor, pónganse uno frente al otro”. Hicimos lo que nos pidió el padre y los dos nos sonreímos.
“Ashton, repite después de mí. Ante Dios y estos testigos, yo, Ashton, te tomo a ti, Rosa, como esposa, para tenerte y respetarte desde este día en adelante, en lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, para amarte y cuidarte, hasta que nos separe la muerte: éste es mi voto solemne”.
Ashton repitió después del padre mientras las lágrimas rodaban por su rostro.
“Rosa, repite después de mí. Ante Dios y estos testigos, yo, Rosa, te tomo a ti, Ashton, como esposo, para tenerte y respetarte desde hoy en adelante, en lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, para amarte y cuidarte, hasta que nos separe la muerte: éste es mi voto solemne”.
“Ashton, ¿tienes un símbolo de tu voto?”.
Ashton asintió y mostró el anillo.
“Y Rosa, ¿tienes un símbolo de tu voto?”.
Asentí y mostré el anillo.
“