Rosa…
Le ofrecí algo de beber, pues ya sentía mi propia boca seca. Me levanté, me dirigí a la cocina y me serví un vaso de agua. Cuando me di la vuelta, él estaba de pie detrás de mí. Me acercó hacia él.
Le rodeé el cuello con los brazos. Sus manos rodearon mis caderas. Su beso fue suave y tierno, casi como si temiera hacerme daño, pero unos segundos después, se hizo más fuerte, más apasionado. Me besó con fuerza y exigencia, haciéndome gemir.
“Eres mía”, gruñó mientras se apartaba. Seguía con los ojos cerrados mientras disfrutaba de sus labios contra los míos. No dispuesta a soltarlo, abrí los ojos y volví a acercarme a él para besarlo. Sabía delicioso. Vi cómo estallaban fuegos artificiales en mi mente mientras nos besábamos.
Los dos nos separamos, respirando con dificultad mientras apoyábamos nuestras frentes el uno contra el otro. Nos fuimos a mi sofá y me senté a horcajadas sobre su regazo. Me abrazó con fuerza, como si temiera que me desvaneciera. Me lamí los labios. Sentía l