Capítulo 52 —Un hombre casado
Narrador:
Roman entrelazó los dedos, observando al italiano como si quisiera leerle el alma. Su voz salió lenta, medida, pero cargada de filo.
—Interesante… —murmuró —Porque todos los hombres que se cruzaron con mi hija en ese entonces tenían algo que ganar. Tú, en cambio, dices que no.
Renzo sostuvo su mirada sin pestañear, el ceño apenas fruncido.
—Lo digo porque es la verdad.
El Diablo inclinó apenas la cabeza, sin apartar los ojos de él.
—No eres un hombre conocido precisamente por hacer cosas sin interés, Santini. —Una pausa peligrosa —Y sin embargo, nunca me has pedido nada y tu historia se mantiene igual desde hace más de una década.
Renzo apoyó la mano sobre su propia rodilla, firme.
—Porque no hay nada que cambiar. Esa niña merecía vivir. Punto.
Roman lo estudió un instante más. El aire en la sala se había vuelto denso, tanto que Sofía sentía que no podía respirar. Eros, con los brazos cruzados, miraba de uno a otro como si esperara el mín