Capítulo 50 —Y el mundo se detuvo
Narrador:
El coche negro se detuvo frente al edificio. Sofía reconoció de inmediato la silueta roja de su deportivo, estacionado justo donde Renzo lo había dejado. Su corazón dio un vuelco extraño, como si esa visión la anclara de golpe a la realidad. El hombre del copiloto bajó y le abrió la puerta con formalidad.
—Aquí estamos, señorita Zoric.
Sofía salió despacio, ajustándose la chaqueta. Sus ojos se detuvieron en el deportivo, brillante bajo el sol, y sintió un escalofrío: allí estaba su independencia, intacta, esperándola.
—¿Necesita algo más? —preguntó uno de los hombres, serio, como si aquello fuera un trámite más.
Ella negó con la cabeza, apretando las llaves entre los dedos.
—No, pueden irse, gracias.
El tipo asintió y, antes de girarse hacia el coche, soltó:
—Como mande, jefa.
Sofía se quedó helada. El aire le golpeó el pecho, haciéndola contener la respiración un segundo. "Jefa". Claro, ellos lo decían porque era la mujer que Renzo había