Reservas 3

El olor a fruta recién cortada perfumaba toda la casa. Ariel entró arrastrando los pies, más dormido que despierto, y se acercó a Lucía en la cocina.

—Hola, hijo. No te esperaba tan temprano.

—Papá quería ir al súper antes de que se llenara y me levantó al alba —murmuró él con voz pastosa, le besó la mejilla y le robó media manzana—. ¿A qué hora tenemos que estar en lo de Mauro?

—Estamos bien de tiempo. Podés darte una ducha para despabilarte, si querés.

—Mejor me tiro un rato. Despertame para irnos.

Lucía meneó la cabeza oyéndolo arrastrar los pies hacia su pieza. Seguro que se había quedado jugando toda la noche. Era una batalla perdida, pero no podía dejar de enojarse porque su ex fuera tan blando a la hora de poner límites. Tenía que recordarse

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