El Jardín Sin Ocaso 2

El murmullo dulce del agua en la orilla se mezcló con otro rumor dulce proveniente del bosque. Era música. Un cántico. Las voces eran tan delicadas y armoniosas que parecían instrumentos de viento y cuerdas. Me volví hacia las columnas, atraída por el sonido. Era la primera vez que escuchaba música en el Jardín.

Subí los escalones sin apuro, pasé junto al estanque y crucé el prado hacia los árboles, siguiendo los cánticos. Encontré un sendero angosto que parecía conducir hacia la música. Lo seguí.

Caminé por el bosque sin pájaros ni viento, de hojas perfectas, quietas, invariables. El cántico sonaba más cercano. Finalmente desemboqué en otro prado como el del Jardín. Era un poco más grande, y en su centro se levantaba un pequeño templo circular de piedra gris, con cúpula anillada.

El

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