Una perra insolente
Leah

Cuando abrí la puerta del despacho, encendí la luz. Lancé el abrigo sobre el respaldo del sofá y me tendí en él, dispuesta a echar una merecida siesta después de varias reuniones, pero vi a Serena sentada en mi silla frente al escritorio con las piernas cruzadas y una sonrisa malvada pintada en el rostro.

—¿Serena? —me senté—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado? Creo que te equivocaste de oficina, si buscas a Frederick…

—Oh, no. Yo nunca me equivoco, obtengo lo que quiero, justo cuando lo quiero.

«¿Cómo era que había pasado a mi secretaria…?».

—Quería hablar contigo.

—¿Sobre qué? —La miré irritada —Nunca fuimos amigas, ni compartimos intereses comunes, no sé de qué podríamos hablar.

—Sí que compartimos un interés común… vengo a hablar de Frederick.

Suspiré. Presioné un panel de la pared y saqué una botella de whisky. Me serví un vaso bajo y le ofrecí una botella de agua antes de sentarme.

—Adelante. —Intenté no parecer molesta y me tomé el contenido del vaso de un golpe,
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