Keith estuvo atisbando los alrededores del Hospital General de San Francisco por varios días, varias semanas, hasta que al fin la vio.
La seguridad de la mansión era demasiada como para sobrepasarla, así que tuvo que idearse un plan para verla en otro lugar, y el más público era el hospital. Una mañana al fin tuvo suerte, y la vio bajar del automóvil de la casa, conducido por un hombre que debía ser su chófer. Se preguntaba por qué usaba un chófer si ella sabía conducir y odiaba depender de otro para hacer sus diligencias. Heather era muy independiente.
Salió de su escondite y entró al hospital tras ella. Cuando estuvo a punto de perderla en la sala de pediatría, la alcanzó.
—Al fin te
— ¿Sabes que Craig te hizo un video? Tú, doblemente penetrada… lo que daría tu novio por ese video –Esta vez Heather abrió su boca además de sus ojos, y Keith se echó a reír. –¡No, espera! Lo que darían las páginas de pornografía por un video de una celebridad como tú, que ahora se hace pasar por buena, ¡por subir ese video! ¡Me haría rico, Heather! –rio Keith—. Pero mira que soy bueno, y no lo he hecho. Recuperé las cosas de Craig. El pobre murió en ese accidente –al ver que Heather palidecía aún más, se volvió a pegar a ella y le susurró—: tus papitos no te dijeron lo que les sucedió a los que iban contigo en el auto esa noche, ¿verdad? Pues déjame ilustrarte: Craig murió; salió disparado del deportivo y se rompi&oac
Heather iba pensando en lo que iba a hacer. No sabía si podría cumplir con las demandas de dinero de Keith. Diez mil dólares no eran una cantidad que ella pudiese sacar del banco sin que su padre lo advirtiera y luego hiciera preguntas. Sobre todo, ahora, que llevaba un estilo de vida tan frugal.¿Qué iba a hacer?No tenía ni idea, y ahora ese hombre debía estar más que furioso por el ataque de Raphael.Lo miró, estudiando su perfil, sus facciones un poco endurecidas aún por los rezagos de la ira que acababa de sufrir.Este hombre era formidable. Realmente la había salvado de ser violada. El hombre tierno, que la tocaba con cariño y dulzura, que le sonreía con la mirada l
Raphael se dejó arrinconar por Heather en el baño. Tenía las manos jabonosas de ella por su piel y sintió la suya erizarse, aunque el agua estaba caliente y flotaba vapor en el ambiente. Ella pasó sus dedos por un pezón masculino, que se decían que eran tan inútiles como una cortadora de hielo en el desierto, pero no, los suyos estaban muy sensibles, tan expectantes como él.El último mes había sido completamente revelador. A Heather le gustaba realmente el sexo, disfrutaba con él, y le seguía cuanto juego a él se le ocurría. Ella ahora tenía una expresión un tanto nerviosa, dudosa, pero era comprensible, dada la experiencia por la que acababa de pasar.—Nena –murmuró—, no te obligues a ti misma.
En la mañana, Raphael llegó temprano a la dirección que le había dado el hombre al que le había pagado por llevar a Keith a su casa la noche anterior. Era un edificio bastante viejo y maloliente. Cuando le abrió la puerta, el mismo hombre que la noche anterior estuvo a punto de violar a su novia, intentó cerrarla inmediatamente, pero Raphael logró imponerse.—No me golpees, ¡por favor! ¡Anoche me rompiste la nariz! –gritó Keith. Raphael lo observó atentamente. Él había elevado ambas manos como para defenderse de su ataque, por si éste venía; ciertamente, tenía la nariz torcida y el resto de la cara con cortes y moratones.—Sólo vengo a hacerte una pregunta.
Phillip entró a la mansión con una sensación de alivio y calma; por una vez en su vida.Nunca se había sentido así, nunca había esperado tanto el final de la jornada para estar en casa y ver a su esposa. Era una sensación inigualable. Encontró a Georgina en la sala comedor disponiendo la mesa para la cena. Al verlo, le sonrió.—Llegas temprano –le dijo, y siguió ubicando los tenedores sobre la mesa. Él se metió una mano en el bolsillo mientras con la otra aún sostenía el maletín de cuero donde traía unos documentos que, si le daba tiempo o ánimo, más tarde revisaría. Miró a su esposa de pies a cabeza y se deleitó con la vista. Podía decir que la estaba descubriendo apenas—. ¿Qu&e
¿Te diviertes? –dijo una voz.En aquel lugar, donde no había tiempo ni sombras, una sonrisa flotó en el aire. Una sonrisa de satisfacción.Como nunca –dijo—. Los humanos son tan divertidos.¿No llevas ya mucho tiempo con esto?Ah, ellos se inventaron un plazo, no yo. Seis meses terrenales. ¿Llegarán a los seis meses?¿Qué crees que deba hacer?Es tu historia –dijo, como si simplemente no quisiera inmiscuirse,
—Creí que nunca me lo dirías –susurró Raphael, con ella acostada a su lado y apoyada en su pecho mientras él la rodeaba con sus brazos. Eran las dos de la mañana; faltaba mucho para el amanecer, pero ninguno de los dos podría dormir, no con la bomba que les acababa de estallar en las manos.— ¿Qué cosa? —Preguntó ella fingiendo ignorancia.—Lo de Sam… y Heather –Heather se enderezó en la cama y lo miró sorprendida.— ¿Lo sabías?—Sí.— ¿Qué sabías?—Que no eres Heather. Naciste hace o
—Mi felicidad estaría cimentada sobre la desgracia de otro –dijo, más para sí, pero Raphael la escuchó, y fue como un puñal directo a su corazón. Se alejó de ella riendo de una manera extraña y buscó su ropa para empezar a vestirse. Samantha lo miró como a través de un cristal deforme. Él se estaba vistiendo, y a pesar de que había reído, en su rostro no había ni pizca de humor o alegría—. ¿Qué… qué haces?—Dejarte. Eso hago –Samantha sabía lo que era un paro cardiaco, y el dolor en su pecho y en su alma se parecía mucho a eso.— ¿Por… qué?—Porque eres, después de todo, una ego&iac