Decíamos que Adalyn ingresó como la ráfaga que era dentro del estudio de Jared Cavalier, a sabiendas de que este, cuando se hallaba dentro, había dispuesto expresamente no ser molestado.
Más les hubiera valido a ambos que ella nunca lo hubiera hecho.
–Jared!, what the fuck! –esta vez, le tocó a ella soltar la maldición de turno. O, mejor dicho, le tocó a él recibirla.
Jared Cavalier saltó del asiento como si fuera una semilla de palomita de maíz al contacto con el aceite hirviendo. Y no era para menos: su esposa lo había encontrado infraganti.
Esto es, con los pantalones abajo y con sus manos ocupadas. Bueno, la izquierda, para ser exactos.
Ah… y no se hallaba solo. Lo primero hubiera sido solamente vergonzoso. Pero, lo segundo no solamente era lo primero, sino también comprometedor.
Sobre todo, muy, pero muy comprometedor.<