Lobo Obsesionado.
Lobo Obsesionado.
Por: Naths
Enséñame a complacer.

 

«Es delicioso ese olor a canela»

Pensaba Zoe llena de inocencia sin ser consciente de que el aroma que inhalaba con fuerza es un afrodisiaco para incrementar el placer en los hombres, sin embargo, conforme pasaba el tiempo ella lo disfrutaba mucho más porque extrañamente eso lograba calmar sus nervios y ansiedades.

Agobiada por la espera inquietamente movía el pie derecho como si la misma tuviera un tic nervioso a la vez que repasaba con la mirada una vez más la habitación de luz tenue que le causa escalofríos.

—¿Tal vez debería irme? — murmuró torciendo los labios en una mueca de disgusto porque el instructor sexual que con tanto afán ha estado esperando no aparece, pero como una respuesta a su propia agitación, la puerta detrás de ella fue abierta por alguien y en ese mismo instante dejó de respirar, quedando estática en su lugar y aunque su cerebro le gritaba a su cuerpo: “debe darte la vuelta” su sistema no respondía a tales mandatos, solo continuaba tan rígida como un pedazo de madera.

De repente escuchó como la persona que se encontraba detrás de ella movió algunas cosas y supuso de inmediato que estaba dejando sobre la mesa de color negro el teléfono, llaves y cualquier otra cosa personal que trajera consigo, justo como debió de hacerlo ella cuando tuvo que ingresar a dicha habitación. Luego el individuo a su espalda detuvo sus pasos e hizo silencio por varios segundos antes de crear un sonido que a Zoe la estremeció, pero no en plan placentero, sino terrorífico.

—No eres Sacha, ¿qué ha pasado con ella?

La voz profunda y ronca de dicho individuo retumbó dentro de su cabeza y por último creó latidos arrítmicos parecidos a pequeñas vibraciones en su pecho. Peleo consigo misma para no sucumbir a la necesidad de arrodillarse como si de una sumisa se tratara, porque esa voz denotaba autoridad, exigía obediencia y un aroma masculino muy exquisito que surcó por sus fosas nasales, la hizo tragar la saliva que se acumuló dentro de su cavidad bucal.

«Qué locura, yo no soy de este modo, solo estoy nerviosa», se convenció a sí misma de qué fue que la conllevo a sentir ciertas necesidades tan tontas, pues es una chica obediente, y hasta ingenua, pero lela no es y sabe diferenciar entre querer ser sumiso y permitir que le enseñen a cómo seducir al chico que le gusta.

—Ella… me-me cedió su lugar hoy— le explicó con voz trémula y en ese momento Isaías frunció el ceño y sin que la pequeña Zoe se lo esperase ya estaba justo delante de ella, viéndola fijamente a los ojos, repasando una y otra vez su figura con cabeza ladeada como quien chequea un producto antes de aceptarlo.

Aquella pequeña de ojos ambarinos que se mostraban llenos de una vitalidad envidiable, lo veía expectante esperando las instrucciones por parte de él; sin embargo, Isaías estaba deleitándose con su hermosura; cada vez que Zoe mordía nerviosamente su labio inferior Isaías tragaba grueso, ansioso por ser él quien lo mordiera en su lugar. 

Aspiro su aroma, cerró los ojos y se la imaginó acabando de salir de la ducha con una minúscula toalla que cubría cada parte de su cuerpo, qué rápidamente quitó y se acostó sobre una cama tendida con sábanas blanca de seda y de una forma atrevida se tocaba entera para que él la viera; acariciando con descaro su entrepierna.

«Vaya qué alucinación la mía», se burló de sus propios deseos lascivos.

★Es bonita y tierna. Eros, ¿Qué dices?, ¿Te gusta? ★ preguntó a su lobo que son tal para cual, humano y alfa lujuriosos.

★Debemos disfrutar de ella, es hermosa, pero no es para casarnos que la queremos★, el lobo le respondió con un tono gracioso.

—¿Tienes idea de lo que debes hacer? — inquirió con una mirada que parecía arder de la lujuria luego de olfatear bien y darse cuenta de que la chica es virgen y se saboreó con antelación.

—No mucho… yo… bueno, espero que me guíes— expuso la chica con mirada al piso y sintiéndose tan avergonzada como nunca creyó que podría estarlo. Nerviosa entrelazaba sus dedos.

«Tengo que entregar mi virtud a este extraño para que de ese modo Harold se fije en mí», se cuestionaba aún por ese paso tan grande que iba a dar en su vida, no era que no quisiera tener relaciones íntimas con alguien, ya que tarde se dio cuenta de que por ser una chica obediente y enfocada en sus estudios se limitó a dar ese paso como lo hicieron todas sus compañeras y por esa razón muchas veces la excluyeron de muchas cosas debido a que la consideraban una mustia, sin embargo, supone que el deber de una mujer es  entregarle su pureza al hombre que ama.

Eres muy tonta, ya la virginidad no tiene valor, te enfocaste tanto en ser un ratón de biblioteca que no te diste cuenta de que eras la chica más criticada de la escuela y de la preparatoria

Recordaba las palabras de su amiga que a pesar de no considerarlas hirientes y de creerlas consejos, igual, le dolían.

«Debo aprender a ser una chica desinhibida», cavilaba entre una cosa y la otra, sin poner en orden sus ideas y deseos.

—No eres Sacha, pero igual me servirás— aseguró Isaías a medida que le pasaba el dorso del dedo índice por la piel de su hombro desnudo y la chica temblaba como gelatina sacada del congelador, y a medida que él delineaba sus clavículas ella no paraba de parpadear, mientras sus mejillas se les iban tiñendo de un sonrojo que le daban ese toque de muñeca de porcelana exquisita que a Isaías le fascinó.

«Es una bebé». La simple idea a Isaías le erizó la piel y le llenó el pecho de puro regocijo de macho.

Isaías, manejado por el calor de la situación, se dobló para quedar perfectamente a la altura de Zoe y sin ser consciente de su propio movimiento terminó por meter la cabeza en el hueco de su fino y delicado cuello aspirando el sabroso aroma a fresa y jazmín; una mezcla, aunque extraña única. En cambio, ella percibió como un escalofrío le recorría todo el cuerpo, causándole la cercanía de ese hombre con aroma tan varonil una liga de excitación y miedo.

A Zoe no le estaba pareciendo para nada agradable estar siendo tocada y olida por Isaías, sin poder aguantar más la presión de la situación, conmocionada dio dos pasos atrás y levantó ambas manos temblorosas.

—¡¡No puedo hacer esto!!— expuso moviendo la cabeza para los lados, y con los ojos aguados.

» ¡Esto no está bien! — repitió titubeante aún sin comprender que le estaba pasando, porque había ido a ese lugar muy decidida de lo que quería hacer, pero al estar siendo agasajada de manera lujuriosa por Isaías se sintió intimidada.

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