Los besos me estaban desquiciando, Darek lograba erizarme la piel con tan solo un roce y muy a pesar mío, el Sr. Demonio tenía todas las de ganar. Como ya no podía resistirme empecé a morderme los labios, los suspiros se escapaban de mi boca y finalmente la poca cordura que quedaba tomo boleto de salida. Me aprisioné a su cuello y terminé acercándome lo suficiente como para sentir su erección. En medio de este lujurioso y descabellado encuentro se me ocurrió una manera de desquitarme. Empecé haciendo suaves y sutiles movimientos con mis caderas, además de gemir lo más cerca posible de su oído. En medio de ello, escucho un gruñido.
- Lía debes parar (la voz de Darek estaba demasiado grave).
- ¿Parar qué Darek?
Darek agarró de manera demandante mi cuello, pero sin hacerme daño, obligó a que lo mire.
- Deja de morderte los labios Lía, tus gemidos son música para mis oídos, deja de contenerte.
La mirada del demonio bajó hasta mi boca, la observo y se relamió, acto seguido beso mis labios