Capítulo 12: El regreso inesperado
Alejandra no había salido de casa en todo el día.
Desde la inesperada aparición de Rodrigo esa mañana, su cuerpo se sentía como si lo hubieran exprimido. Cada músculo, cada célula, estaba fatigada. Pero no era solo cansancio físico. Era algo más profundo. Una especie de opresión invisible que le apretaba el pecho, le borraba el apetito y le llenaba la cabeza de pensamientos que se estrellaban unos contra otros. Como un enjambre de abejas que no la dejaba en paz.
Había intentado mantenerse ocupada con pequeñas tareas absurdas: vaciar y reorganizar los cajones de la cocina, doblar por tercera vez la misma ropa que ya estaba perfectamente guardada, limpiar sin motivo superficies ya limpias. Todo para no pensar. Todo para no sentir.
Pero no servía de nada.
La imagen de Rodrigo, con su traje perfectamente planchado y esa sonrisa cínica que tanto la había herido, seguía flotando en su mente. La mirada acusadora. El reclamo lleno de veneno. Y sobre todo, la