La felicidad se había esfumado de la vida de Clara, y en sus momentos de mayor melancolía se preguntaba si había sido un error haberlo conocido. Ante la gente trató de esconder su dolor, pero no podía. Cada vez que escuchaba el nombre de Dana, su pecho se apretaba y su respiración se volvía más difícil. No quería pensar en lo que significaba para él, no quería visualizar la idea de que, a pesar de todo lo que ella había hecho por él, seguía siendo la segunda opción.
"No, no puedo dejarlo. No puedo perderlo. No voy a permitir que ella se quede con lo que me pertenece." En ese momento, la amargura se transformó en algo más peligroso, algo que Clara no reconocía de sí misma. Un impulso, una necesidad de aferrarse a lo que creía que debía ser suyo a toda costa. "Él me necesita, me necesita a mí, no a ella. Yo soy qui