Dana no lograba calmar la tormenta que se desataba en su pecho. Los días sin respuestas de Mateo y Clara se convirtieron en un suplicio constante, una tortura que la hacía cuestionarse qué había hecho para merecer tanto silencio. Desesperada, volvió a intentar llamar a ambos, pero los resultados eran los mismos: buzones de voz y mensajes sin respuesta. "¿Por qué me están haciendo esto?", pensaba mientras apretaba el teléfono con fuerza.
Después de tantos intentos fallidos, Dana tuvo una idea que no había considerado antes: comunicarse con las residencias en Nueva York donde ella y Mateo habían vivido juntos durante años. A pesar de la distancia y el tiempo que había pasado desde que dejó aquella vida, sabía que tal vez podría obtener alguna pista de él.Con el corazón en un puño, marcó el número de la administració