El médico encogió los hombros y tomó asiento, dejándose caer sobre el sofá, como si no pudiese sostener su cuerpo un segundo más.
—He llamado a la policía, lo siento.
—¿Te han pedido algo? —preguntó Alexander sin inmutarse.
Era razonable que su padre hubiese hecho lo que creyera necesario antes de acudir a él.
—No, aún no.
—Entonces…
—Eso estaba en mi oficina, sobre mi escritorio y no sé con exactitud cuánto tiempo llevaba allí. Porque la estuve buscando por medio hospital, desde que conversó con Vania, para saber cómo estaba. Y me fue imposible encontrarla. ¿Podríamos preguntarle a ella dónde la vio por última vez?
—Por supuesto —Alexander le hizo un gesto a Javier para que fuera por Vania.
—Gracias —musitó el médico.
—Pero debemos dejar que la policía investigue, aunque nosotros haremos lo propio. Said, te prometo que te la regresaré sana y salva.
—No hagas ese tipo de promesas, Alexander, porque ni siquiera sabemos quién o por qué la tienen. —Su teléfono vibró y él se apresuró a re