—Se hace tarde chicos ¡Perderán el autobús! —grité desde abajo. Y escuché puertas que se abrían y se cerraban.
—Que tengas buen día amor —saludó mi esposo mientras me daba un dulce beso en los labios.
—Igualmente cariño. Ten cuidado —agregué y lo vi salir.
—Pupa mami —pidió Abel colgándose de mi pierna y estirando los bracitos. Sonreí y lo cargué.
—¿Tienes hambre? —pregunté cariñosa mientras nos dirigíamos a la cocina.
—¡Así! —dijo separando sus brazos a la máxima distancia posible.
—De acuerdo —lo senté en su silla de comer y puse el bol con avena a su alcance. Comió más con las manos que con el cubierto, por supuesto.
—Buenos días mamá —Hope tiró