Antes de abrir la puerta, Cecilia me señaló la frente y me advirtió: —Si esta vez te reconcilias con él, nuestra amista llegó a su fin de verdad.
Me reí y respondí que no se preocupara.
Mi padre abrió la puerta y echó a Alejandro y las bolsas grandes de compras que llevaba, pero este se empeñaba en volver a recogerlas.
De tantas rondas de tirar y recoger, varios vecinos salieron a ver qué pasaba.
Alejandro se disculpó con muy buena actitud y solo entonces mi padre le dejó entrar con la cara tensa.
Una vez dentro, Alejandro se dirigió a la cocina para ponerse manos a la obra.
Mis padres se miraron incrédulos y Cecilia susurró “Qué sinvergüenza” y empezó a enviar mensajes de texto pata quejarse del bastardo.
Miré su espalda con sentimientos encontrados.
Estábamos en nuestro quinto año de noviazgo cuando la relación empezó a estabilizarse.
Fue entonces cuando me hizo el regalo de aniversario, me puso un collar y me preguntó tentativamente si queríamos conocer a los padres del otro.
Le dij