Mientras caminaba por el patio de la gran casa, no paraba de pensar en lo que había hecho. Aquel acto impulsivo le había costado a Lena la vergüenza, ella jamás había sido así de impulsiva, siempre meditaba cada uno de sus pasos para que no se presentaran errores, y ahora había besado por voluntad propia a su esposo por contrato.
¿En serio escribí esto por lo que pase? fue lo que pensó cuando salió de aquella casa como alma que lleva el diablo.
— Eres una idiota Lena. — Se dijo así misma. — ¡Como rayos lo pudiste besar!
— ¿Con quién hablas? — Lena mira en la dirección en la que escucho la voz y allí se encontró con un hombre un tanto sucio que estaba en el granero.
— ¿Quién eres tú? — Contraatacó ella viendo a todos lados en busca de una cara conocida.
— Soy Ted. — Responde con una sonrisa. — ¿Y usted hermosa señorita?
— Lena. — habla.
— Bueno Lena, ya que nos hemos presentado ¿Con quien hablabas y porque no debiste besarlo?
— Eh… No es algo que te incumba. — Ella trata de oc