Entra con una cara de felicidad que en nada se parece al hombre uraño que llegó hace unas horas.
-Tío, que grande eres - carcajea Hugo.
Su madre y yo intercambiamos miradas. Debemos tener cara de tontas porque en algún momento nos hemos perdido algo. Hace un momento le prometía amor eterno y al siguiente la mandaba a tomar viento fresco.
-No se merecía otra cosa - su semblante cambia de pronto serio al verme - siento haberte tratado así. Ella tenía que pensar que te despreciaba para que firmara los papeles.
-¿Me recuerdas? - pregunto incrédula.
-¿Cuánto tiempo crees que podía olvidar al amor de mi vida?
-¿Desde cuando?
-Desde el dolor de cabeza en el hospital. Me sentí tan estúpido. Esa mujer no tenía bastante con todo lo que había hecho, quería más y yo tenía que vengarme.
Por la pu