Capítulo 4
¡Clang! La herramienta cayó de las manos de Miguel, golpeando el suelo haciendo crujir la cerámica.

Miguel retrocedió un paso pálido de terror, pero tropezó con la misma herramienta y se desplomó torpemente en el suelo.

Su asistente, sorprendido por la repentina pérdida de control, se apresuró a ayudarlo, pero él lo apartó bruscamente con un gesto desesperado.

Temblando, Miguel se arrastró de nuevo hasta la cama de su hija, arrodillándose frente a ella. Con manos temblorosas, acarició la fría mejilla de Luciana, su mirada era la ejemplificación del desaire.

—Esto no puede ser en serio… es una mentira, todo es mentira…

Como si una idea horrible se hubiera formado en su mente, como si hubiera enloquecido. Se lanzó, arrastrándose torpemente, hacia la cama donde mi cuerpo yacía. Levantó la sábana que cubría mi cuerpo, y en el momento en que vio mi rostro pálido, carente de cualquier expresión, se rompió por completo. Nunca supe que él pudiera llorar con tanta intensidad. Se encorvó, con
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