Yo y Lucía nunca más te perdonaríamos.
Estaba pensando cómo demostrar que Lucía no había copiado, cuando de repente una voz masculina rompió el extraño silencio.
—¿Qué copia? ¡Yo puedo demostrar que la niña Lucía no copió!
Un hombre vestido de civil pero con una figura esbelta se acercó poco a poco.
—Tío Jacobo.
Lucía reconoció que se trataba de Jacobo.
También era mi compañero de instituto.
Jacobo era un estudiante pobre, incluso le costaba comer todos los días. En el instituto lo ayudé en secreto con dinero, y cuando me descubrió, prometió que me lo devolvería en el futuro.
Después de graduarme, no nos volvimos a ver.
Fue hace dos años cuando volví a encontrármelo.
Cuando Jacobo supo que tenía una hija, cada visita llegaba cargado de sorpresas meticulosamente elegidas.
En el cuarto de Lucía casi no había rastro de Luis, pero sí estaban repartidos los regalos de Jacobo.
No era extraño que Lucía lo reconociera de inmediato.
Lo primero que hizo Jacob