— ¡Lamento que él estuviera aquí! Digo, no pensé que tú y él...
—Descuida. Estoy bien. Me sentí bien está mañana. Al menos ya le dije sus cosas.
Él volvió a reír.
— ¿Segura que no te hizo daño?
—Por supuesto. ¿Por qué me haría daño? Aparentemente no tengo nada que él pueda hacerme o quitarme.
Seguíamos caminando por el muelle. Eran como las seis de la tarde.
—Ahí te equivocas —dijo en un tono neutro.
Pensé en sus palabras.
— ¿Por qué me equivocó?
Alzó la vista y sus ojitos se posaron sobre los míos.
—Dices que no tienes nada, pero, la verdad es que me tienes a mí.
Sonreí. No esperaba que él dijera algo como eso, pero de cierto modo tenía razón. Había pasado más de una semana desde que Ángel me había ayudado a escapar de mi pasado y re