Eugenia María
Por un lado, sentía alegría al saber de esa posibilidad de convertirme en tía, aunque una parte se entristeciera un poco al no tener… a mi hijo. Pero debía salir adelante, como me había dicho la psicóloga. Mientras caminábamos en dirección al consultorio de Benjamín, por una orden de laboratorio con la intención de tener los resultados más rápidos. Vi a Rubí sonreír y negar ante lo que leía en su celular.
—Tu hermano, cuando quiere ser un príncipe, lo logra. —Sus ojos brillaban.
—Te ama, en algún momento lo lograste.
—Veremos qué pasa, le tocará rogar un poco. —Nos topamos con Benjamín.
Rubí le contó todo, siempre había admirado de ella esa capacidad por enfrentar las situaciones tal como se le presentaban. Creyó en un posible engaño de parte de Emmanuel y se alejó, pero al regresar ha hablado con él. Lo enfrentó, no siente miedo… Se veía decidida. Mientras yo…
Era un completo manojo de inseguridades camufladas en un orgullo reprobable. Ella hablaba con el doctor, quien