Catorce

El Ladrón de Sombras observó el pequeño dije de plata que tenía entre las manos, satisfecho. Se trataba de una brillante media luna con pequeñas piedras de obsidiana incrustadas en ella. Uno de los diminutos puntos negros era, por supuesto, un localizador. Jota había hecho un trabajo magnífico, con el collar en su posesión, ahora solo tenía que pensar en cómo se lo daría a Lilia. 

No tenía ninguna buena razón como para entregárselo. El Ladrón de Sombras suspiró, guardó el collar en el bolsillo interior de su casaca y se frotó las sienes con cansancio. Aquel viernes, tras una larga semana de organizar papeles, programar reuniones y acompañar a la directora de Wind a eventos espantosamente repletos de gente, decidió que no soportaba esa vida ni un

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