Desde detrás de un ancho pilar de hormigón, divisé una pequeña pierna cubierta con unos vaqueros y unas zapatillas azul marino que me resultaron familiares, sólo podía pertenecer a Dylan. Sentí que se me pasaba el miedo, pero entonces, al acercarme un poco más, me di cuenta de que estaba hablando furiosamente con alguien.
— Aléjate de mi madre, ¡o te las verás conmigo!
La dulce voz actualmente expresaba ira.
— Ni siquiera conozco a tu madre, chico. Después de todo, ¿tienes una? No lo pareces.
Pegué mi espalda a la columna para esconderme, mi corazón podía pararse en cualquier momento. Cinco años sin escuchar su voz, nunca lo olvidaría y tampoco borraría los recuerdos de los momentos vividos a su lado, pero era real.
— Dios, ¡qué niño más travieso!
Miré por encima del borde de la columna y vi que Dylan estaba frotando un cucurucho de helado en el traje de Adriel. Abrí mis ojos y me tapé la boca asombrada por la desfachatez del chico.
Por qué Dylan hacía eso no lo sabía, porque, no cono