Nikoleta sostenía el documento que Sebastián le había pasado pocos minutos atrás, releyendo por novena vez sin poder creerse lo que ponía allí.
— ¿Esto es real? —pregunto por fin.
Los demás hombres la miraron igual de desconcertados que ella.
—Claro que lo es —respondió Sebastián con una sonrisa—. Si les interesa, empezarían entrenamiento a la brevedad.
— ¿Y nuestros cargos en las unidades militares? —pregunto Paul.
—Solo cambiarían de institución, del ejercito pasarían a la policía internacional, seguiríamos en proceso de ascenso porque eso me incluye a mí.
—Nunca me había planteado un cambio tan radical. —comento Maurice con unos lápices multicolores en su mano, dibujando en una libreta sin mirarlos—. ¿Dónd