María colgaba boca abajo intentando alcanzar la otra cuerda que el novato había dejado caer desconcentrado por coquetearle a Filipa, que estaba enojada porque tenía como pegamento a ese chico de diecinueve años, que no la dejaba ni a sol ni sombra.
—Mary, la tienes a unos diez centímetros a tu derecha —le indico Remus por el auricular—, cambio.
—No tengo los brazos tan largos —respondió—, dame más cuerda, cambio.
—Fíjate en la roca a tu izquierda, desde acá se ve peligrosa —señalo Hassan—. Alcanzas eso, y podremos asegurar el paciente, cambio.
—Si —respondió ella, sintiendo a los segundos un sacudón de su cuerpo al ser bajado más—. ¡La tengo! —siendo izada con fuerza para llegar arriba.
—Finalicemos, el helicóptero llega en diez minutos.
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