dieciocho.

Florencia:

No sé cuánto tiempo pasó, Leonardo se fue y nuestra pequeña despertó en ese momento, me obligué a mantener la calma mientras la volvía a mecer, para que durmiera un poco más, y una vez que lo conseguí, volvía al comedor, mientras comencé a recoger todo, mis lágrimas comenzaron a salir y junto con ellas toda la frustración que había guardado con cada grito de Leonardo.

Entonces exploté, comencé a arrojar la poca loza que no se había roto, y a gritar tan fuerte que mi garganta dolía, fue por eso por lo que no escuché la puerta abrirse.

— ¡¿Por qué?! ¡MALDICION! ¡¿POR QUE?! ¡¿DONDE ESTA DIOS, POR QUE ME CASTIGAS ASI?!

Estaba a punto de cometer la peor estupidez del mundo, porque es verdad, lo que estaba a punto de hacer solo era la salida del cobarde, terminar mi vida, para no afrontar la enfermedad del hombre que amaba, dejar a mi hija totalmente desamparada, solo... en ese segundo no pensaba, solo quería terminar todo, llevarme conmigo los dulces recuerdos y terminar con el
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