diecinueve.

LEONARDO:

Mi pequeña Agustina, comenzó a despertar, así que me levanté para atenderla, la alimente y cambié, luego la acosté y comencé a mecerla para que durmiera nuevamente, a cambio ella me regaló la más hermosa sonrisa que eh visto en este mundo, aún más linda que la de su madre.

— ¿Leo?

— Aquí estoy, solo me ocupaba de nuestra hija, ven, vuelve a dormir.

Ya estaba amaneciendo, cuando ella cayó rendida en mis brazos y la acune, deseaba protegerla, pero ahora era una persona débil nuevamente, la adrenalina abandonó mi cuerpo y en su lugar llego el tan esperado dolor que me aquejaba, ¿era lógico pasar de estar en el cielo al mismo infierno?

No dejaría que este momento se arruinará, Dios concédeme solo un poco de tranquilidad unos minutos más, por favor, déjame dormir a su lado una última vez.

El sonido de su voz me sacó de mi plegaria.

— Yo vivo por ti mi Leo. — La miré creyendo que estaba despierta, pero me di cuenta que dormía, con una paz y calma que hacía mucho no veía.

— Tú por
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