Luna seguía sin responder.
Mi cuñada, algo impaciente, comenzó a enviarle mensajes seguidos: —Dilo ya, ¿sí o no? Dilo ya...
En cuestión de segundos, le envió al menos diez veces el mismo mensaje.
Luna, abrumada por la terrible insistencia, finalmente respondió con un simple: —Mm.
—¿Qué es esto de —Mm—? —murmuró con seriedad mi cuñada, frunciendo el ceño—. ¡Esta Luna, siempre complicando las cosas!
De inmediato, le respondió con firmeza: —No quiero un 'Mm'. Quiero que me digas con claridad: ¿te importo o no?
Pude imaginar perfectamente a Luna, sonrojada, debatiéndose entre responder o no.
Finalmente, después de lo que me pareció una eternidad, llegó su mensaje: —Sí, Óscar, me importas y mucho.
Mi cuñada soltó un pequeño grito de victoria y me devolvió satisfecha el teléfono con una sonrisa triunfante.
—Ahí tienes, Luna finalmente lo admitió. Ahora aprovecha y sigue jugando de la manera tus cartas —me sugirió con un guiño cómplice.
Al ver la respuesta de Luna, una sensación de alegría se