Pensar que había pasado dos noches seguidas teniendo sexo apasionado con una mujer desconocida me emocionaba bastante.
Además, la mujer tenía un aspecto físico y una figura impactante, lo que hizo que la experiencia fuera algo increíble.
Escondí mi celular debajo de la mesa y le respondí: —Si tienes alguna necesidad fisiológica, estaré encantado de acompañarte.
Ana: —Esta noche quiero cambiar de lugar para hacer el amor.
Yo: —¿Dónde quieres hacerlo?
Ana: —En tu casa.
—¡Puf!
Solté un repentino pedazo de arroz que salpicó por todas partes, lo que hizo que varias personas a mi alrededor me miraran con curiosidad.
Rápidamente tomé el plato de sopa y fingí que me estaba asfixiando.
No esperaba que esa mujer me hiciera tal propuesta.
El problema era que yo vivía en casa de mi cuñada, y no era precisamente el lugar más adecuado para eso.
Pensándolo detenidamente, le respondí: —No es conveniente en mi casa, mejor en la tuya.
Ana: —¿Acaso tienes esposa? ¿O tienes novia y temes que te descubran?