Lucian apretó los dientes con rabia, sus ojos enardecidos me fulminaron con una mirada llena de odio mientras me escupió con voz áspera:
—¡Estás muerto!
—Aunque muera… te llevaré conmigo al infierno.
En ese instante, el miedo desapareció por completo. Descubrí en ese momento que cuando uno es llevado al límite del terror, simplemente… deja de sentirlo. La mano con la que le sujeté los testículos se tensó aún más, apretándolo con toda la fuerza que tenía.
Lucian soltó al fin un alarido desgarrador:
—¡Aaaah!
Pero no me detuve ahí. El apretar una sola vez no bastaba. Volví a girar con saña, con rabia, con la determinación de alguien que ya no tenía nada que perder.
Sé muy bien que ese es el punto más vulnerable para un hombre. Y también sé que yo no tengo fuerza ni técnica necesaria para enfrentar a alguien como él… por eso recurrí a lo que podía igualar la balanza.
De repente, Lucian me agarró del cabello con brutalidad. El tirón fue tan fuerte que sintió como si fuera a arrancarme el cu