Me quedé completamente paralizado.
Sin pensarlo dos veces, me apresuré a decirle a Aquilino:
—¡No puedes pensar de esa manera! ¡No deberías ni considerarlo!
Él suspiró con amargura, bajando la mirada:
—Créeme, yo tampoco quiero rendirme… pero sé muy bien cómo está mi cuerpo.
Y entonces, sin darles más vueltas a ese asunto, me confesó que en las últimas noches Patricia había intentado tener intimidad con él.
Sus palabras me hicieron sonrojar de inmediato.
Me sentí algo incómodo, pero al mismo tiempo, no pude evitar sentir una mezcla de tristeza y respeto por lo que estaban atravesando como pareja.
Aquilino deseaba estar con ella, claro que sí con todo su corazón.
Pero su cuerpo no respondía. Era como tener el deseo... sin tener las fuerzas.
Su sinceridad me conmovió. Él me estaba hablando sin filtros, sin orgullo. Así que yo tampoco quise seguir ocultando lo que pensaba.
Lo miré con seriedad y le dije:
—Es verdad, ahora mismo tu cuerpo está débil, se nota. Pero eso no significa que sea