Sentí una repulsión inmediata, una sensación de asco total que se instaló en mi estómago con solo escuchar a una mujer hablar de acostarse con alguien de una forma tan vulgar y asquerosa. Me revolvió el estómago y, al mismo tiempo, rompió todos mis esquemas.
—¡Eres una sucia!— exclamé con una mezcla de incredulidad y desagrado, girándome para marcharme sin querer escuchar nada más.
Pero en ese instante, Emma se abalanzó como una loca sobre mí y me rodeó con sus brazos.
—¡Auxilio! ¡Me está acosando!— gritó con dramatismo, como si de verdad estuviera en peligro.
Y justo en ese momento, Mario apareció corriendo apresurado.
En mi cabeza solo resonó una maldición: Estoy jodido. Así que para esto era todo… Esta mujer había montado todo un espectáculo para que Mario lo viera con sus propios ojos.
Mario me apartó furioso y se giró hacia Emma con expresión preocupada, mirándola con genuina preocupación mientras le preguntaba si estaba bien, si yo le había hecho algo.
Ver aquella escena me llenó