En un principio, tenía los ojos cerrados, pero al intentar tomar las cosas de una manera diferente, se me complicaba demasiado el asunto. Así que decidí abrirlos nuevamente, y entonces fue cuando semejante escenita.
—¡Pff!— casi que se me cae las babas de la boca.
Viviana, con una expresión aparentemente inocente, preguntó:
—¿Qué ocurre? ¿Acaso hay algo malo con esta postura mía?
En mi mente pensé: ¿De verdad no sabes si tu postura tiene algo de malo? ¡Eres una auténtica y verdadera hechicera!
No podía evitar sentirme totalmente derrotado por la situación.
Me armé de valor y, lleno de incomodidad, respondí:
—Con esa postura no puedo darte un masaje. Por favor, mejor recuéstate.
—Hoy no me duele la espalda, lo que me duele son las piernas. Y solo cuando me siento de esta manera logre sentir un poco de alivio. Así que masajea así, tal cual.
Me quedé completamente asombrado. En mi cabeza solo podía pensar: ¿Cómo se supone que voy a darte un masaje en esa posición? ¿Quieres que me arrodill