—Ven a mi casa, esta noche puedes quedarte conmigo —dijo Paula con un tono que no dejaba lugar a dudas.
La invitación me tomó por sorpresa. ¿Ir a su casa a estas horas? ¿Estaba insinuando algo más?
Queriendo confirmar mis sospechas, pregunté con precaución:
—Paula, ¿y tu marido? Si voy a tu casa, ¿no pensará mal?
Con un tono de voz llena de insinuaciones, respondió:
—Mi esposo está fuera de la ciudad. Fue a un pueblo cercano por trabajo y no regresará en un par de días.
No podía ser más clara. Me estaba diciendo que estaba sola en casa y que podía pasar lo que quisiera.
La emoción comenzó a recorrer cada rincón de mi cuerpo. Recordé la vez que me quedé en casa de Luna, cuando estuvimos a punto de tener algo, pero Sofía de repente apareció y lo arruinó todo.
Esta noche parecía ser la oportunidad perfecta para completar lo que había quedado pendiente.
Sin pensarlo dos veces, le respondí:
—Pásame tu dirección, voy para allá ahora mismo.
En cuestión de segundos, Paula me envió su ubicación