—Seguro que me estás mintiendo, ¡tú, mujer, nunca dices una verdad!
No estaba seguro si esta mujer me estaba engañando, pero por instinto sentía que sí.
A ella le encantaba hacerme bromas, como si se divirtiera haciéndome sufrir.
Viviana seguía sonriéndome con cierta picardía, —Bueno, si lo piensas de esa manera, entonces considérame una mentirosa. Entonces ven y haz el amor conmigo.
Y de nuevo, comenzó a provocarme.
Incluso con su pie, empezó a frotarlo contra mi pecho.
Miré sus pies, eran tan blancos y delicados, con uñas pintadas de rojo brillante, llamativos y hermosos, pero al mismo tiempo tan sugestivos.
Sentía una mezcla de anticipación y nerviosismo.
Sin embargo, recordando quién era esta mujer, traté de convencerme internamente de no complicar las cosas.
Cerré los ojos y comencé a masajear inquieto sus suaves y delicados pies.
De manera deliberada, me concentré justo en la planta de sus pies, aplicando una presión considerable.
Viviana soltó un ligero quejido y se sentó de gol