Punto de vista de Rafael
Revisé mi reloj por tercera vez en otros tantos minutos. Ocho y dos.
Estaba atrasada.
Dos minutos no era técnicamente tarde según la mayoría de estándares, pero le había dicho ocho en punto. Y si Teresa Morales pensaba que podía empezar su primer día faltando al respeto a mi tiempo, le esperaba otra cosa.
Había estado esperando esto. Todo el fin de semana, había planeado exactamente cómo sería su primer día. Las tareas imposibles. Los recados degradantes. El desmantelamiento sistemático de cualquier orgullo que le quedara.
Pero anoche, la duda se había colado.
Me había sentado en mi estudio, mirando esas transmisiones de cámaras, viéndola arropar a Lucía Blanco en la cama y leerle un cuento sobre una niña que se salvaba sola. Viéndola sentada sola en su sala después, luciendo pequeña y cansada y tan parecida a la chica de la que me había enamorado que mi pecho había dolido físicamente.
Y había pensado: tal vez esto es demasiado. Tal vez debería dejarla ir. Des