Capítulo 2 – la prohibición.

–Mañana nos reuniremos para hacer los preparativos de la boda, entre más rápido salgamos de esto, mejor – sentenció Henry Darcy.

Era imposible que alguien le llevara la contraria, Ezra y Valeria habían metido las patas hasta el fondo y les tocaba pagar las consecuencias, incluso aunque eso correspondiera a una tortura para Ezra.

–¡Lárguense todos de mi casa! ¡Ahora! – exclamó el hombre, que deseaba descansar de la locura que había sido esa noche.

Emma miró a su hermano esperando que él le diera la orden de que se fueran, sin embargo, no lo hizo, Ezra necesitaba hablar con Valeria antes de irse de su casa. Emma entendió la señal que él le hizo con la cabeza para que lo esperara en el recibidor.

–Ha sido un gusto verlos, señores Darcy, lamento las circunstancias – dijo la chica, tan educada como siempre, al tiempo en que daba media vuelta y volvía al recibidor a pensar en Dante, en el beso que le dio y en lo que se avecinaba para ella al dia siguiente cuando se reuniera con él.

Mientras Emma deliraba sobre Dante Neville, su hermano agarraba a Valeria por el brazo para llevarla a un lugar más privado en el que pudieran hablar.

–Hay cosas que necesitamos discutir – gruñó entre dientes.

Valeria tragó saliva y asintió con la cabeza – papá, Ezra y yo debemos hablar, estaremos en la biblioteca del segundo piso – avisó, pero a su padre no le interesaba mucho lo que esos dos hicieran juntos, después de todo, ya habían deshonrado el honor de la familia.

–No vayan a tardar demasiado – gruñó Antonia, quien no se podía creer todavía que su pequeña ya no fuera una mujer virgen.

Antonia era una mujer tradicional, chapada a la antigua, estaba acostumbrada a las tradiciones, ella esperaba que Valeria se guardara para la noche de bodas, pero estaba más que claro que Valeria no era una niña, si no una mujer que ya había dejado que dos hombres vieran su cuerpo completamente desnudo.

–Vamos a mi habitación – dijo Valeria a Ezra, en cuanto se alejaron lo suficiente de sus padres.

Ambas personas subieron las escaleras y entonces llegaron hasta la habitación de Valeria. Ezra miro alrededor porque era la primera vez que estaba allí, enseguida se pudo dar cuenta de que Valeria era una niña mimada y consentida, su habitación parecía el cuarto de una princesa, tenía un closet gigantesco en donde resaltaba un joyero que brillaba por la cantidad de piezas preciosas, tenía las paredes pintadas de un color azul cielo y en su cama había montones de peluches que había estado coleccionando con el pasar del tiempo, algunos de ellos eran los primeros regalos que Dante le había dado cuando recién se habían vuelto novios.

–¡Dios! – Ezra se llevó el dedo al puente de la nariz y sintió migraña enseguida – tenemos que detener esta locura, Valeria, tú y yo no podemos casarnos – le dijo, en cuanto ella cerró la puerta de la habitación.

–A mí no me parece descabellado – ella se sentó en la cama de forma provocativa, esa noche, Valeria estaba usando un vestido de color negro, el vestido no era ajustado, sin embargo, tenía una abertura a media pierna que dejaba al descubierto gran parde de su piel – lo que pasó entre nosotros fue algo inevitable, desde hace mucho tiempo que tú y yo queríamos que pasara esto entre nosotros, solo que nunca fuimos capaces de hacer nada al respecto, hasta ahora.

Después de que Dante golpeó a Ezra, a Valeria se le quitó todo el remordimiento de encima, aquella muestra de agresividad por parte de Dante solo demostraba que él no era el hombre para su vida. Lo que Valeria no sabía era que Ezra podía llegar a ser igual o más violento que el propio Dante.

–No nos digamos mentiras, hace mucho tiempo que yo dejé de amar a Dante, y hace mucho tiempo que tú me quieres…

–¿Qué yo te quiero? ¡Pero ¿De dónde sacas semejante estupidez?!

Valeria soltó una sonrisa de medio lado y se movió sutilmente hacia la derecha, haciendo que el fino tirante de su vestido se deslizara por su hombro de forma sugestiva. Ezra desvió la mirada a sus pechos, que sobresalían por el escote. Valeria no estaba usando sujetador y sus pezones resaltaban sobre la tela negra.

La chica estaba excitada, ver a Ezra tan desesperado la prendía de formas que él no se alcanzaba ni a imaginar.

–No te hagas el santo, Ezra, he visto como me miras, lo has hecho desde hace muchos años atrás… – ella se puso en pie y caminó hasta estar tras de Ezra – incluida aquella noche en la habitación de Dante – susurró en su oído.

Enseguida la mente de Ezra viajó a aquella noche en que había llegado al departamento de Dante y Valeria lo había recibido usando únicamente una bata de seda, podía verse por la abertura en mitad de la bata color negro, que la chica estaba desnuda, él había podido apreciar su piel blanca y perfecta por algunos centímetros.

–Tú lo planeaste todo, ¿No es así? Esa noche solo querías provocarme – dijo Ezra con la voz entrecortada, mientras ella le daba pequeños mordiscos en la oreja.

–No sé de qué hablas.

Esa noche, Valeria invitó a Ezra a que siguiera, le dijo que Dante no tardaría en llegar y que mientras tanto ella se daría una ducha. La chica se metió en la habitación principal y dejó la puerta abierta, a sabiendas de que Ezra podía verla desde donde estaba. Sin ningún tipo de pudor, Valeria se quitó de encima la bata y se quedó completamente desnuda, se sentó en la cama y comenzó a ponerse exfoliante de baño allí afuera.

Esa fue la primera vez en que Ezra vio a Valeria como algo más que la novia de su mejor amigo, después de todo, ella no le había dejado otra opción. Valeria se había masturbado en la habitación y Ezra lo había visto todo, como se tocaba, como gemía y gritaba cuando estaba al borde de llegar al orgasmo.

–Vamos a casarnos y es lo mejor que nos va a pasar en la vida – dijo ella, haciéndolo caer en la realidad de nuevo.

Ezra se dio media vuelta, dispuesto a encarar a Valeria para decirle que ni en un millón de años se casaría con ella, sin embargo, en cuanto se volteó, abrió los ojos como platos. Ella acababa de quitarse completamente el vestido, se había quedado usando únicamente unas bragas miniaturas que ni siquiera la cubrían completamente.

Ezra enloqueció con sus pechos, con sus curvas y con esa sonrisa diabólica, y antes de pensar en lo que estaba haciendo, la tumbó sobre la cama y se echó encima de ella para follarla.

–Sabía que cambiarias de opinión – gimió ella mientras él se frotaba contra su centro.

El problema era, que Ezra no había cambiado de opinión respecto al matrimonio, seguía pensando lo mismo, pero sus instintos salvajes no le permitían desaprovechar una oportunidad como esa que tenía frente a sus narices. Valeria era una mujer muy sensual, y siempre y cuando mantuviera la boca cerrada entonces todo estaba bien. Justo como en ese momento, en que él la besaba para que no pudiera decir absolutamente nada que dañara el momento.

Ezra no se molestó en llevar las cosas despacio, él simplemente tuvo lo que quiso y cuando hubo descargado toda su frustración con Valeria, se levantó de su cama, se vistió como si nada hubiera pasado y se dispuso a irse.

–Nos vemos mañana, cariño – Valeria le sonrío y le tiró un beso al aire.

Él la miro de mala gana, pero no le dijo nada y simplemente fue al recibidor donde lo esperaba Emma.

–¿Por qué tardaste tanto?

Ezra la miro, Emma había crecido mucho en los dos años en que había estado lejos, definitivamente, ella era lo único bueno que él tenía en su vida.

–¡Me alegra mucho que estes de vuelta en casa! – la abrazó y le dio un beso en la frente que lo hizo soltar un gruñido. Lastimó el labio que Dante también se encargó de partirle.

–A mi también me alegra estar aquí, pero creo que hay muchas cosas que debes explicarme, ¡y ahora no me digas que son cosas de adultos! Porque ya no soy la misma niña que se fue de aquí – le recordó.

–Tienes razón – Ezra soltó un suspiro y entonces le contó a su hermana todo lo que pasó con Valeria y Dante.

Emma no podía creer todo lo que había sucedido en su ausencia, sin embargo, no podía dejar de pensar en que tal vez, el destino había permitido que todo eso sucediera justo en ese momento en que ella había regresado, porque ella iba a ser la encargada de consolar a Dante. Seguramente la estaba pasando muy mal por la traición de su novia.

–Todo lo que acabo de decirte, significa que no puedes estar en contacto con Dante.

–¡¿Que?! – chilló ella.

–Sé que es tu amigo, pero no creo que él te vea de la misma forma, no quiero que te haga daño, así que tienes prohibido verlo.

Emma hizo un puchero mientras ambos se subían en el auto que los llevaría a casa.

–Promete que no lo verás, Emma – pidió Ezra.

Emma asintió con la cabeza, sin embargo, esa era una promesa que ella no podría cumplir, sobre todo, porque esperaba ver a Dante al día siguiente. Ni en un millón de años se perdería su cita.

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