Bella
Sandro asomó una sonrisa de superioridad.
—Siempre y cuando tenga el consentimiento de tu padre, dudo mucho que siga siendo un sueño—Me miró fijo y victorioso, asegurándose que le hubiese escuchado muy bien.
—¿A qué te refieres con el consentimiento de mi padre? —Espeté, confundida. Bien sabía que a mi padre le gustaba la idea que me mantuviese una estrecha amistad con Sandro, pero de allí a más, ¿de qué demonios hablaba?
Él se encogió de hombros y quitó la copa de mi mano para ingerir todo su contenido antes de ponerla de vuelta en la charola de un nuevo camarero.
—Haces demasiadas preguntas… —Ronroneó y torció el gesto en una sonrisa divertida.
Por su puesto, yo no estaba divirtiéndome.
—¿Qué quisiste decir, Sandro? —I