45. Dejar de ser un hombre soltero
Samira
Ha pasado aproximadamente una hora desde que escuché los gritos en la oficina de Amir, decidí no irme a la habitación y mejor esperar caminando en la terraza, lejos de la piscina, a que él se desocupe y así poder hacerle todas las preguntas.
Tal vez este no sea el mejor momento, pero sinceramente pienso que nunca lo va a ser y yo ya no puedo seguir con las dudas en mi mente, ya suficiente tengo con no poder verlo para ahora tampoco poder conocerlo.
El sonido de la puerta corrediza de la terraza me toma por sorpresa y de inmediato todo mi cuerpo se tensa en un buen sentido, pues de alguna forma se que se trata de èl.
—¿Ya acabaste de gritarle al pobre Said?—digo y su risa baja y varonil que tanto me gusta se filtra en mis oídos.
—¿Cómo sabías que era yo?—me dice y siento como avanza hacia donde estoy.
No tengo manera de responderle sin parecer una loca, pues la única explicación que tengo es que mi cuerpo parece reconocerlo incluso desde la distancia, es como si al quitarme