Al día siguiente, Alberto sintió una angustia creciente en su corazón. Era la sensación de que estaba ocultando algo grave que debía ser traído a la justicia. Un nombre del pasado, alguien que nunca fue mencionado cuando debería haberlo sido.
Ana Claudia y Rafael llegaron a la ciudad, y Alberto los encontró. Ellos traían al recién nacido hijo de Ana Claudia.
— Hola, Leon y Lana me pidieron que los buscara. Están exhaustos después de la larga sesión que tuvimos.
— ¡Preferiría quedarme en un hotel! — Rafael no estaba nada feliz de estar de vuelta.
— No, yo quiero ver y hablar con Lana antes de testificar. Sí, Alberto, nosotros iremos para allá. — Dijo Ana, convencida.
Alberto ayudó a Rafael a cargar las cosas del bebé y sus maletas en el coche, y se fueron a la mansión. Ofelia abrió la puerta, y Lana esperaba ansiosamente su llegada.
Lana
El pasado no importa, Ana me ha dado la fuerza muchas veces que he necesitado y ahora que la necesito una vez más, ella está aquí. La abracé fuerte y