Finalmente, Rafael recibió la notificación de que el jefe del cerro iba a rescatar a Ana Claudia para él. Sin embargo, la mala noticia era que ya no podían continuar en Río de Janeiro. Rafael decidió vender la cafetería a uno de los comerciantes locales, que siempre quiso expandir sus negocios, aunque la cafetería estuviera en parte hipotecada, lo que significaba que la mitad del valor iría a otra parte.
Telefoneó a su primo en el interior y le pidió un empleo en la hacienda que poseía, aunque fuera como un simple peón.
— Tuve problemas con la cafetería y necesité deshacerme del negocio. — Explicó Rafael.
Su primo, Carlos, expresó su preocupación:
— No me digas que te has vuelto a meter en cosas malas. No te involucres más con esos traficantes.
Rafael lo ha negado:
— Yo no hice nada, Carlos, ¿solo me dices si puedo ir con... con... mi esposa y el hijo que ella espera?
Carlos respondió con empatía:
— Claro, pueden venir cuando quieran.
Ana Claudia comenzó a sentir dolores insistentes e