Sasha
La brisa nocturna se levantó mientras atravesábamos el borde del bosque, cada uno de nosotros sumido en sus pensamientos. Los árboles se extendían a nuestro alrededor como centinelas silenciosos, y aunque el cielo estaba despejado, una sombra persistente parecía posarse sobre nuestros pasos, un velo oscuro que nunca se disipaba. La presión en el aire era palpable, más pesada que la atmósfera de una tormenta inminente.
Tenía la sensación de ser una marioneta que se mueve sin saber hacia dónde se dirige. Cada paso que daba me alejaba un poco más de mi seguridad, pero la realidad, ella, me aprisionaba en un abrazo cada vez más apretado. Y, contra todo pronóstico, sentía que la respuesta a nuestras preguntas residía allí, en el bosque. Que la verdad que buscábamos se escondía bajo la aparente tranquilidad de este paisaje silencioso.
Continuemos, murmuré, mis ojos fijos en el camino frente a nosotros. No se detengan. Debemos saber qué se oculta en este bosque.
Sentía las miradas de D